8.30 de la mañana. Salgo de mi casa y me dispongo a coger el transporte urbano que me dejará cerca de mi lugar de trabajo.
Mientras estoy en la parada del autobús y, a modo de evitar esas miradas, a veces entrecruzadas y molestas, hacia los detalles de las personas que como tú esperan la llegada del medio de transporte o hacia el fondo de la calle que se simultanean con miradas al reloj y suspiros, me centro en el anuncio dispuesto frente a mí en la marquesina.
Quizás por casualidad, es un anuncio que me llama la atención o quizás sea por ser de una marca que reconozco y a la que atribuyo mis noches festivas de desahogo.
In a absolut world muestra la ciudad ideal para los consumidores de la marca. Habla de ellos, de unos viandantes de una ciudad cosmopolita en donde los edificios están decorados con cuadros de famosos pintores. La maja desnuda de Goya, El beso de Klimt, La chica con pendiente de perla de Vermeer, una bailarina de Degas, los coloridos y llamativos retratos de Warhol o la conocida Mona Lisa de Leonardo Da Vinci, a la cual le cruza un cable por la parte superior de los labios haciendo alusión al bigote que le pintó Marcel Duchamp. Pasión por el arte, interés por la cultura… características de los estilos de vida de los receptores asiduos a la marca que se convierten en términos calificativos que conforman el predicado de ésta. De este modo, crea un discurso de marca para acercarse a nosotros, sus clientes, despertándonos el deseo casi imposible de que ese mundo llegue a existir algún día.
La expectación que suscitó en mí el anuncio de la marca mencionada, me obligó a sentarme delante de mi portátil nada más llegar a casa para averiguar sobre otras campañas y el porqué de la misma. Tras conocer productos de merchandising y proyectos creativos, pude ver la nueva campaña de la marca. A días de las conocidas elecciones, la marca estrenó dos spot y una gráfica en la que la nariz de los políticos crece, como si de Pinocho se tratara. Así, la marca consigue dar un paso más allá en la relación con sus consumidores y presentarlos como seres humanos capaces de poder reflexionar sobre lo que sus magnates políticos proclaman y así poder desconfiar de sus promesas sin fundamento, prefiriendo jugar a pelearse a los “dimes y diretes” contra otros oponentes. No obstante, no se queda ahí. (visible en http://www.absolut.com/es/iaaw). La técnica de los creativos ha consistido en crear un discurso publicitario donde se dé cabida a la información con publicidad haciendo latente la denominación de comunicación publicitaria. O dicho de otra manera, remodelar las informaciones que últimamente van llenando las páginas de los medios escritos y los minutos de los audiovisuales y sonoros (al mismo tiempo que las preocupaciones de la sociedad) y, con un toque de humor, relacionarlo con el mundo perfecto y “absoluto” en donde no tienen cabida como tal. Si el calentamiento global achaca al mundo real, en absolut world no existe puesto que las fábricas emiten burbujas o unas manos divinas vierten cubitos para evitar el derretimiento de los casquetes polares; ante la noticia del primer hombre embarazado, en el mundo absoluto, los hombres son los que llevan a su descendiente en el vientre, o incluso el mismo Hitler pierde las elecciones del Tercer Reich, evitándose así la masacre humana nazi en aras de conseguir la raza aria alemana. Y todos estos, acompañados por el producto en la parte inferior izquierda, que se presenta como un héroe al añadirle el artículo (the) y con una forma más estilizada de lo normal, haciendo patente el discurso de producto, aunque en esta ocasión solo sirva de reconocimiento.
Días después, la admiración hacia la campaña publicitaria no se había alejado de mí. Fue entonces cuando encontré en el periódico, una invitación a proponer “la Valencia absoluta y perfecta”. Se trata de escoger la visión de los ciudadanos para modificar lo negativo de la capital y convertirla en una ciudad dentro del territorio absolut, como ya hicieron con Madrid, donde las olas del mar bañaban la ciudad, o con Barcelona, donde las bicicletas tomaban el espacio urbano frente a los vehículos, evitando los atascos.


