3. Con 40 años y juego con Lego


Llevo casi veinte años trabajando día tras día en una sede de una empresa multinacional, y sin problema alguno, si no la carta de despido ya hubiera sido presentada en la mesa de mi despacho. El hecho que me llama la atención es que después de una de esas charlas donde todos nos vemos las caras, mientras que los directivos nos dicen que las cosas no andan bien, que si quieren que haya una mejor comunicación interna para mejorar la situación entre nosotros como grupo y, a la par, la de la empresa, que si así potenciaríamos nuestra imaginación y creatividad, que si bla bla bla… La solución a esto que nos han propuesto es que nos pongamos a jugar al conocido juego de Lego (aunque en esta ocasión sea en su versión para adultos en empresas llamado Serious Play), un juego que raro es el que no recuerde buenos momentos con él. El mío personal más apreciado es con mi hijo en las tardes de domingo, sentados en el suelo y simulando a ser arquitectos.

Días después, el día de la primera prueba vino. Allí estábamos sentados varios compañeros de mi departamento y otros tantos de diferentes departamentos, con los que la confianza va variando dependiendo de las veces que te cruces en los pasillos o a la entrada y salida de la empresa, con algún directivo y psicólogos especialistas en el mencionado juego. Suponíamos que alguna cámara existiría y que remitiría a una televisión donde una decena de directivos y jefes con psicólogos nos estarían observando sin perder detalle de cualquiera de nuestros actos. Y así, la primera construcción “arquitéctolego” se reclamaba. La propuesta: identificar con las piezas de Lego cómo veíamos a nuestro departamento. Como niños pequeños, nos dispusimos a coger las piezas y a formar una figura. Mi poca imaginación, quizás sometida a la presión que estaba soportando o a la vergüenza de que no fuera bueno lo que estaba creando, solo pudo asimilar la idea de solidez y de unión a un edificio rectangular y alto como un rascacielos. Consecuentemente, uno detrás de otro íbamos enseñando nuestra “obra de arte” creada y dando los motivos por los que habíamos decidido crear tal figura.

“¿Cómo veis la imagen de la empresa?” “¿Qué creéis que mejoraríais de ella?“ “¿Cuál pensáis que es vuestra situación en la empresa?“ “¿Qué característica creéis que resaltan el resto de compañeros de vosotros mismos?“… Una pregunta tras otra se iban dejando en el aire esperando nuestras respuestas en forma de figuras geométricas que dependían de nuestras ideas hasta que nuestro turno concluyó y los siguientes candidatos a divertirse esperaban ansiosos a pasar y sentarse.

Particularmente, el hecho de revivir nuestra infancia durante unas horas no me pareció ninguna payasada ni ninguna ridiculez, tal y como opinaban los compañeros más “escépticos“ a este tipo de innovaciones. La táctica daba a conocer nuestros pensamientos, actitudes y comportamientos que no saldrían a la luz de forma sencilla, sino que por medio de un simple juego y una construcción se respondían. Y, esto ya es un signo de eficacia.

La comunicación falla en una empresa en la que tantos empleados deambulan por la empresa. Y si la comunicación es mala entre nosotros, todavía es peor cuando se ascienden peldaños en el organigrama de la empresa. Además, los roles y estereotipos que se han creado desde hace siglos siguen existiendo. El jefe sigue marcando respeto y seriedad y si te llama para ir a tu despacho, muy pocas veces será para darte la enhorabuena (que casi siempre va acompañado de un “pero”), sino más bien para mostrarte su descontento con algo. Aún así, como tontos, miles de empleados dejaban sus conversaciones para decirle un eufórico “¡hola!” y hablarle sobre trivialidades.

Por todo esto, necesitábamos un empujón en la comunicación interna, que nos ayudará a mejorar no solo como grupo, sino también como personas y, al mismo tiempo, mejoraría la imagen externa de la empresa.

Los datos, no son hicieron mucho de rogar y, pasadas algunas reuniones donde se pedían algunas mejoras en esto o en aquello, los directivos supieron aplicar medidas para agradarnos mejor y crear un mejor ambiente de trabajo como señal de empresa fuerte y sólida.

En definitiva, mejoramos todos al jugar con Lego y ser niños por unos días.